viernes, 30 de julio de 2010

Balance...

Siete días dan para mucho, aunque estos se me han pasado volando. Y cuando te paras a pensar en todo lo vivido y lo aprendido, parece que el resto de tus semanas hubieran pasado más lentas y menos densas que esta. Teruel, Cantavieja, las guerras carlistas, Miravete, Cuenca,... un camino acompañado por moscas (que siempre aparecían a la hora de comer, las joías) y mariposas. Mariposas por todas partes. Aquella carretera que parecía una alfombra extendida atravesando los pinares del Ródeno...tengo un millón de fotos en mi mente.

Pero el mayor descubrimiento ha sido Laureà. Dos personas que tampoco se conocen tanto son una bomba de relojería con la cuenta atrás activada desde el mismo instante en que suben al coche en el que compartirán cientos de kilómetros durante siete días. Pero después de los primeros momentos de ajuste mutuo, tengo que decir que viajar con él ha sido muy fácil, y muy divertido. Volvería a repetir sin dudar.

Tengo que agradecerle que me haya dejado compartir con él este blog, que ha sido nuestro nexo con tanta gente durante este tiempo, y del que yo ya me despido. Sus últimas entradas han sido muy bonitas, pero no podía ser menos. No podía más que dejarme a la altura del caballero que es. Espero que vosotros descubráis el hombre entrañable y tierno que es debajo de ese disfraz de viejo cascarrabias que a veces se pone con su frase favorita "es que me cabrea mucho...(agregad cualquier cosa)". Y sobretodo, si de verdad queréis que os estime....¡ hacedle muchas fotos ! ¡ Le encanta ! .

Taelpróximoviaje

lunes, 26 de julio de 2010

Fin de trayecto...

Ayer por la noche no pude dormir demasiado, no sé si por los ronquidos de mi hermano o por no haberme podido despedir... Tal vez debería tener más claro que los demás no piensan como yo...

Me he levantado a las siete y media, y aunque el Comando Murcia me haya dejado vivir (por una vez me he levantado antes que ellos), pronto han dejado claro que estaba en su territorio y que tanto si oponía resistencia como no, sería Concu en Laureà (tío Laureano) muerto... Así que me he dedicado a ellos y no ha sido tan heavy como parece...

A las tres he cogido el autobús en San Andrés hacia el aeropuerto. La vuelta la hago con Elena y sus casi siete añitos, una amor de sobrina, todo rizos y curiosidad; le he tenido que explicar cómo vuelan los aviones, qué son los flaps del avión y hasta el significado de la palabra "cursi", momento ese, por cierto, en el cual me ha demostrado que ha entendido el concepto, ha señalado a una niña que venía en el bus ya en las pistas hacia el avión y con el desparpajo que solo puede tener quien no tiene malicia ha dicho: "Mira, esa niña es cursi, ¿verdad?" Y señalaba a una niña cuyos padres y ancestros merecían la muerte por el vestido rosa fucsia (otros más brutos dirían "putón") y los cientos de lacitos en el pelo que llevaba la niña... Quiero pensar que no la han oído...

En llegando a Palma se nos ha puesto a llover, una lluvia torrencial y redentora, aunque tendré que explicarle al todopoderoso que yo no me he ensuciado con el polvo del camino por muchos mil trescientos veintiséis quilómetros de carretera que me haya hecho esta última semana... Hemos puesto la lavadora y raudos hacia el cine, que me siento como José Luís Ozores en "Recluta con niño". Una vez se ha acabado la peli hemos vuelto a casa y he puesto la secadora...

Y en eso estamos, en esperar a que acabe la colada del viaje, pensando que si el proceso de lavado es como el del olvido quedarán en la ropa un montón de manchas, recuerdos de jamón, cerveza y vino... Esperemos que sea como todo: ni sí ni no, ni blanco ni negro sino todo lo contrario...

Hastalapróxima

Adiós carretera, adiós asfalto...

Hoy, pese al firme propósito de levantarnos pronto, nos hemos vuelto a levantar tarde. Cuando iba yo a buscar conexión a la recepción, me he encontrado con José Luis García, abogado murciano y amigo y compañero de mi cuñado. ¡Qué pequeño es el mundo! Muy amablemente nos ha explicado cuál es el camino más corto para volver a Murcia y por dónde pasa, así que nos ha ahorrado conectarnos y fiarnos del Maps de Google. Mejor.

La visita guiada que nos interesaba empezaba a las once bajo los arcos de la plaza Mayor; allí, aunque sin desayunar, estábamos nosotros a las diez y media. Un desayuno rápido y ya sin más contratiempo hemos estado disponibles. El guía de hoy, Guillermo, ha sido extraordinario. Más o menos de mi edad, se ha permitido, para marcar terreno, una lección memorable de heráldica a partir del escudo de un obispo contructor de iglesias y conventos del siglo XVIII. La cosa prometía, y, ciertamente, ha valido la pena. Ha mezclado historia con sociología y conocimientos generales con particulares; nos ha contado con la misma pasión cómo se tomó la ciudad en el siglo X y cómo uno de sus colegas se despeñó haciendo el tarzán por uno de los innumerables barrancos de la ciudad. Una visita de más de dos horas en la que lo mismo hemos visitado el seminario que su casa. Muy interesante.

Durante la visita un par de de tipos con mala pinta nos han ido siguiendo, no de manera descarada pero sí haciéndose los encontradizos por las calles. A mí me ha parecido que estudiaban al grupo a ver si embaucaban a alguno. Uno llevaba un cuadro que justo tras las casas colgadas ha intentado colocar a un turista inocente, pero no ha tenido suerte y no lo ha vendido ni ha conseguido nada. Me han recordado a las claveleras de Palma. Al final uno me ha pillado mirándolos y ya parece que se lo han pensado... Cuando se lo he contado a la niña, se ha reído, y pese a que ha pensado que estoy un poco paranoico hemos discutido un buen rato a ver cuál de los turistas de nuestro grupo de visita guiada les interesaba.

Tras descubrir que Cuenca no es lo que uno cree y ver que en cualquier lugar hay una historia, hemos comido bajo el ayuntamiento. Luego, sin prisa pero sin pausa, asfalto hacia Murcia. El campo ha ido cambiando los ocres de ayer por la palidez de los rastrojos requemados del arcén y la tierra sedienta de Albacete, donde hemos tomado autopista. Tras ciento cincuenta quilómetros más, hemos llegado a Murcia, allí hemos recogido a mi hermano, de viaje también por el lugar, y la niña nos ha dejado en casa a las ocho; luego ella ha seguido camino hasta Cartagena.

El viaje ha acabado sin un abrazo ni un beso de despedida por mi tendencia natural a creer que la comunicación telepática es posible (ella lo explica mejor cuando afirma que creo que todo el mundo sabe lo que pienso). Desde casa de mi hermana la he acompañado con otro coche a la autovía, pero como no nos hemos entendido, cuando he parado ella me ha adelantado. La he visto irse carretera abajo y he pensado lárgamente en el viaje y en lo que hemos vivido, en su indecisión a la hora de decidir qué comer y en su agradable "buenos días" de cada mañana, en su sonrisa al verme apuntar todos y cada uno de los gastos del viaje y en la santa paciencia que ha tenido al soportarme de copiloto. Ya no hablo del sacrificio de dejarme conducir su coche y en el poco caso que le he hecho cuando lo hacía. Ha sido la compañera perfecta de viaje. Tal vez no visitamos castillos enteros ni habitables, ni palacios del siglo XXI o montañas lejanas y repletas de dragones pero en todos y cada uno de los sitios donde hemos estado ella ha sido princesa, favorita y reina...

Hastalapróxima

sábado, 24 de julio de 2010

La verdad contada por ella...

Después de descansar un ratito en el hotel tras taaaanta carretera nos pusimos guapos y salimos a cenar. Dimos un paseito por el Mirador del Óvalo, que nos descubre su impresionante escalinata que recoge en su centro una espectacular escultura de los amantes de Teruel tallada en alabastro, mostrando ese momento en el que Isabel se desploma muerta de amor sobre el cuerpo de su amado, muerto también por amor. La trágica y romántica historia de amor de Diego e Isabel impregna todo en Teruel, como un estandarte de los amores imposibles de la época.

Empieza a refrescar y decidimos ir a cenar. Pero ¿dónde ir?. Pensé que era buena idea sondear a los del lugar, ¿quién mejor que ellos para indicarnos sitios buenos de la tierra? El niño palidece primero y enrojece después con la idea, como si de repente alguien se hubiera "esplumao" y le apuntaran con el dedo. Pero yo decido por unanimidad que nos llevará a buen sitio y me lanzo hacia los primeros aborígenes que aparecen por la esquina bien dispuesta. Nada más iniciar el movimiento, Laure empieza con un tembleque extraño que cualquiera diría que terminará con un "¡¡¡cuerpo a tierra!!!". El caso es que yo pregunto, la parejita responde, y al final cenamos en "Los Juncos" sin que nadie sufra daños colaterales. Por cierto, un original montadito de gulas envuelto en jamón de Teruel sobre pan tostadito que está de muerte.

Al día siguiente, visita guiada. La guía es muy simpática y nos cuenta un montón de cosas. He aprendido lo que es el mudéjar y sus simbolismos, y alguna nueva historia de amor que, por supuesto, acababa con uno de los pretendientes muertos y, tras él, la pretendida que de quién verdaderamente estaba enamorada era del malogrado. Se ve que aquí en Teruel era muy peligroso enamorarse hace unos cuantos siglos... No sabemos si la cosa ha mejorado....

A la hora de comer: jamón de Teruel. De esto no nos cansamos, y cada vez nos gusta más. Ahora que estamos en Cuenca no sé qué cenaremos, habrá que leerse la carta....

El camino hacia Cuenca ha sido precioso. En toda esta zona navegamos siempre a través de un mar verde de pinos con orillas doradas de trigo... Y he de decir que en alguna zona ha habido una reciente repoblación... No sabremos si habrá sido "perfect" o no.... Llegando a Cuenca empezamos a ver campos de girasoles, y el Laure empieza a flipar con las flores. En un momento dado dice que quiere coger un girasol, así que en cuanto puedo me hago a un lado pa que el niño coja flores. Claro, del campo en el que están sembrados. Pero a ese hombre había que verlo. Nada más imaginarse asaltando el campo sembrado pa coger su girasol se me ha puesto rojo y ha empezado a decir: "Que no mujer, que no quiero girasoles, tira palante enga tiraaaa". De momento he captado lo que ocurría (es que el niño es mu honrao, incapaz de sisar ni una pipa), así que un poco más adelante he encontrado uno solitario en el camino, y ahora el Laure está la mar de contento con su flor.

En este momento estamos en el hotel viendo en la uno una peli de la Lola Flores, con bandoleros y todo, y está flipando con el guión. Ya lo conocéis. Tendré que arrancarlo de la tele pa irnos a cenar, porque la faraona lo tiene hipnotizao....

Hale, taotra.

La verdad contada por mí...

Ayer, justo al salir del hotel pudimos comprobar como el chiste de que el turolense que se va a la playa siempre lleva una rebeca por si refresca, es más que cierto. Había llovido sin avisar y hacía un airecillo fresco... Más parecía que estábamos en otoño que en verano. Dimos una vuelta y cenamos, y pronto a dormir, estábamos muy cansados.

Por la mañana nos hemos levantado tarde y entre desayunar, recoger y pagar casi se nos han hecho las doce, que era la hora a la que empezaba la visita guiada gratuita a la ciudad. Hoy no éramos solo cuatro como ayer, llegábamos a la veintena. La guía no lo ha hecho mal, pero el de ayer fue mejor. Nos ha hablado de las torres mudéjares, de su inclinación, de sus símbolos y razones. También nos ha hablado de la Casa de la comunidad, del acueducto renacentista y de las casas modernistas de la burguesía de principios del siglo XX.

Tras una hora y media de charla, la guía da por finalizada la visita y nosotros vamos a ver si compramos una camiseta. Yo tengo suerte y encuentro una que me gusta, con un toro, pero la niña se conforma con nada...

Comemos una ensalada y plato de jamón que está de vicio, el mejor de todo el viaje. Poco antes de las cuatro hacemos cola para entrar a ver el mausoleo de los amantes de Teruel. Entramos y nos maravillamos con la historia de don Diego y doña Isabel, tan casta y políticamente correcta que da hasta grima... De todas maneras, Juan de Ávalos se curró dos sarcófagos y dos esculturas de maravilla, en alabastro, tan reales que parece que se van a levantar si no supiéramos que representan a dos muertos... Tras los amantes nos vamos a ver los aljibes medievales de la Plaza del torico, dos depósitos subterráneos que nos encantan.

A las cinco decidimos coger camino hacia Cuenca. Mientras conduzco por la vera del Turia pienso que me ha maravillado el lugar, la belleza de sus tierras y la dureza con que la vida ha puesto a prueba al hombre en cumbres y valles. Teruel nos ha encantado, es mucho más que el tópico sobre su no existencia y la cabezonería de sus gentes. Teruel existe y existe feliz y tranquila, al ritmo en que el viento mece la mies y el agua acuna sus bosques. Maravilloso.

La carretera a Cuenca da paso a un lento pero inexorable cambio de paisaje; de los márgenes de los ríos exhuberantes de vegetación pasamos la sequedad de la tierra recién segada y la seriedad de los campos de girasoles; los verdes se convierten en ocres y las aristas de la montaña en lomas suaves. Llegamos a Cuenca a las siete y media, encontramos el hotel y ya pensamos en descansar...

Hastalapróxima

viernes, 23 de julio de 2010

Albarracín

Tras el xou de ayer en el Rokelin y las cervezas, el vino, el jamón y el queso, llegamos un poco tocados al hotel. Hemos amanecido espesos. El desayuno ha sido un poema, estaba totalmente dormido en medio del comedor, molestando el paso y sin saber qué hacer. Al final me he centrado y he conseguido que la máquina de café vomitara dos cafés con leche de sobre Nescafé. Hemos desayunado comentando el plan...

Ayer decidimos que la vuelta a casa, el domingo, sería por Cuenca: está más o menos cerca y es un lugar tan olvidado como Teruel. Hoy, la idea era visitar Teruel y mañana, Albarracín, pero nos apetecía una visita guiada y si no lo hacíamos al revés no iba a poder ser, así que hemos tirado hacia Albarracín y mañana visitaremos Teruel.

En el camino hacia Albarracín hay que pasar por Gea de Albarracín y, antes, por una recta impresionante de diecisiete quilómetros (sí, con cu). Con la mies a lado y lado sin segar, es como atravesar el mar, los campos se extienden hasta el infinito que marca la montaña, y como la recta finaliza en un curva descendente uno no sabe qué pasará. Tras Gea sobreviene una retahíla de curvas agarradas al río. Por la parte contraria, excavado en la roca, el acueducto romano que va de Albarracín a Cella. Vamos viendo una especie de túnel con ventanas, es él, no hay duda; incluso Hilario, el guía de Albarracín, nos dice que la función de esas aberturas es crear una corriente de aire que ayude al fluir del agua... Alucinante.

Al llegar a Albarracín aparcamos y nos dirigimos a la Plaza Mayor. Por el camino ya vamos apreciando por qué es el lugar con más turismo de la zona: aquí no pasa el tiempo. La norma urbanística en el centro histórico es tan restrictiva que cualquier construcción nueva debe utilizar para las fachadas los mismo materiales que en el siglo XVI: yeso y madera; y hierro fundido y forjado para rejas, y tornillería de puertas y ventanas. Y se cumple, aunque para ello deba haber un guarda que vigila, hace cumplir e incluso sanciona la norma. Tampoco puede construirse nada nuevo, toda construcción debe ocupar el lugar de una antigua. Y está prohibido hasta construir en cualquier lugar que entre en las panorámicas, así que la parte nueva está un poco alejada del centro histórico.

El guía se llama Hilario, trabaja para una empresa llamada "El andador". Cobra tres euros y medio por persona y tiene mucho oficio. Es simpático y tiene un fluir en la conversación muy agradable, tanto, que se nos pasa el tiempo volando y sin darnos cuenta. Nos lo explica todo con pelos y señales, va preguntando cosas a los clientes y va recordando lo que ha ido diciendo anteriormente, contesta toda pregunta por estúpida que parezca y va saludando a los conocidos por el camino. Incluso si algún turista que no es del grupo le pregunta algo, lo atiende sin problema, y, si se encuentra con otros clientes anteriores del día, comenta mínimamente la jugada con ellos. Cuando la visita acaba nos da la impresión de haber pagado poco por lo recibido. Ha sido un placer.

Mientras comemos decidimos volver por un camino diferente y tiramos hacia Valdecuenca por Royuela y Terriente, pero, dado que conduzco yo, nos perdemos y acabamos cruzando el paraje protegido de Los pinares de Ródeno. En un momento dado vemos dos ciervos justo al lado de la carretera... Sin palabras. La carretera sigue su curso entre pinos y llegamos a Valdecuenca por el lugar contrario al que esperábamos. Damos media vuelta, rehacemos parte del camino y acabamos llegando a Teruel por Bezas, el Campillo y San Blas.

Al llegar a Teruel nos metemos en una confitería y la niña prueba los suspiros de amante, típicos del lugar. Ha sido un día redondo. Esta tarde saldremos a dar una vuelta y mañana visitaremos Teruel...

Hastalapróxima

Niebla

Nos levantamos justo para que no pase nada. La niña quiere conocer a Cristóbal, que a sus 88 años ha plantado cien quilos de patatas, pero no, el abuelete no aparece, así que nos despedimos de Miravete de la Sierra en dirección Cantavieja. Tras dos puertos (Villarroya, 1700m, y Cuarto Cortado, 1600) llegamos a Cantavieja y nos metemos en el museo Carlista. Salgo cual Bradomin pero no seduzco a nadie... Un rato después tiramos a Mirambel.

La chica del museo nos cuenta que Teruel no existe políticamente y que ella una vez se quedó atrapada tres días por culpa de la nieve en Cantavieja. Las carreteras están bacheadas y con nieve son muy traicioneras. No nos cuesta comprobarlo, al llegar a Mirambel empieza a caer la de Dios es Cristo. Llueve, la temperatura cae a 15 grados. Comemos en un bar mientras esperamos a que amaine... Pero como que no...

A las cuatro decidimos ir hacia Teruel. La niña se curra un buen tramo hasta el puerto de Cuarto Cortado. ¡Qué jodido! Niebla y lluvia, no se ve un mierdo a diez metros, ni luces ni nada. Pero al coronar el puerto se me marea. Aparca en el arcén y cojo yo el volante, pobreta meua ella.... Creo que ha sido un cambio de presión.

El resto delos ochenta quilómetros por el maestrazgo me son un paseo. La niebla se va a otra parte y deja de llover. Llegamos a Cedrillas y nos gastamos un pastón en embutidos de la zona: jamón, chorizo, salsicha, lomo, y, ¿cómo no?, queso...

En Teruel nos perdemos un poquito, como quien no quiere la cosa... El hotel no está mal. Nos vamos de xou y juerga y conocemos al torico, y en eso estamos.... ¡Salud!

Hastalapróxima

jueves, 22 de julio de 2010

Miro, y no me voy

La llegada a Miravete de la Sierra es como un punto clave de nuestro recorrido que no nos queremos saltar porque es el que nos trajo a Teruel. Por eso estamos muy a la expectativa de lo que nos podamos encontrar. La estampa del pueblo nada más llegar ya nos sorprende, una postal aparentemente desordenada de casas se apila sobre la plaza del pueblo y la iglesia. En lo alto, parece que se hubiera puesto por peineta la roca sobre la que en el siglo XI se asentaba el castillo. El río Guadalope discurre a veces alegre a veces plácido bajo el puente de piedra, que ha visto todos sus caudales desde cuatro siglos atrás.

En las calles hay cierta animación y por un momento creemos que pasaremos algo desapercibidos. Más tarde nos enteraremos de que somos los únicos extraños que dormiremos hoy aquí. En realidad en esta época del año el pueblo es una gran familia que forman sus pocos vecinos y los hijos y nietos de estos. Y quizás porque somos una novedad, somos muy bien recibidos. Después de descansar un poco, disfrutamos de la piscina. Donde era de esperar un agua helada de río, encontramos que ha sido calentada por placas solares. Pero la experiencia de verdad no es esa, es tener una enorme piscina calentita para nosotros solos, y quedarte flotando tranquilamente contemplando a la derecha los campos de trigo y las montañas, y a la izquierda la torre de la iglesia y las casas del pueblo.

A poco que recorras las calles te das cuenta de que la vida aquí es diferente. Las bicis quedan sueltas sin candado. En los bordes del río todo es verde, y los zapateros patinan por el agua sin que nada les estorbe. Los viejos del lugar se han hecho una buena pista de petanca, y todos sin excepción juegan la emocionante partida de cada tarde. Las señoras han quedado en casa de la que toca para jugar al guiñote, y los niños de todas las edades juegan libres y ajenos por el pueblo.

Los dueños del bar nos cuentan como llegaron hasta aquí desde Barcelona huyendo de la crisis. El pueblo les ha cambiado la vida en todos los sentidos. Ellos vivieron el aluvión de televisiones que llegaron hasta este lugar perdido tras el bombazo del anuncio, y cómo los que llegaban se traían su estrés y lo elevaban a la enésima potencia tras comprobar que no encontrarían ni una raya de cobertura para enviar sus reportajes, en un sitio donde internet no llega... Y lo más curioso, la preocupación de sus doce vecinos por si su apacible vida dejaba de serlo....

Todo es distinto y nuevo de puro viejo aquí, en un sitio al que nos gustará volver alguna vez... ¡En cualquier época que no sea el invierno!

Carmen

Mira, pero no te vayas...

Nos hemos levantado tarde, y entre pitos y flautas hemos dejado el hotel a las once. Entre desayunar y planear el día nos hemos metido en el coche a las doce y carretera hacia Alcalá de la Selva. La luz de la mañana nos ofrece un camino diferente, los colores son más vivos y los contrastes más acusados. Tras rehacer el camino de ayer y superar Alcalá de la Selva y luego Allepuz nos dirigimos a Villarroya. Cambia el paisaje, no hay tanto árbol, estamos atravesando los prados de Heidi, hasta vemos algunas cabras, con sus cabreros y sus cabrones. A la izquierda, colgado de la ladera, aparece Gúdar, lo dejamos atrás entre valles y puentes. El agua no nos deja en ningún momento.

Justo antes de llegar a Villarroya giramos a la izquierda y tomamos asfalto hacia Miravete. El camino se divide en dos fases. La primera es un serpentear junto al precipicio, pura roca, mata y algún que otro pino perdido (por la noche un lugareño nos contará que allí hay un nido de buitres que este año cría un polluelo). Pero luego revienta la vida que pasea el Guadalope y todo es verde, verde, verde... Miravete de la Sierra, que puede parecer un roquedal es un auténtico vergel...

El pueblo está dividido en dos por el río. Para atravesarlo y llegar a la parte vieja puedes tomar un puente del siglo XVI, una maravilla, o vadearlo con el coche, atravesando una losa de hormigón sobre el lecho del río que está cubierta por dos dedos de agua. No nos atrevemos a pasar con el coche y aparcamos. Cuando estamos sobre el puente un abuelito al volante de un Renault 7 rojo, de los clásicos, atraviesa el vado a toda velocidad... Impresionante...

Encontramos nuestro alojamiento, La casa del cura. Está limpio y es espacioso, y fresco, aunque eso no es importante, de noche refresca lo suyo. Para llegar con la maleta vadeamos el río y aparcamos en la plaza. Es la hora de comer, el menú está bien, nueve euros, con una carne más que buena. Descubrimos que hay piscina, y que está climatizada, aunque sea al aire libre el agua debe calentarse incluso en verano, de otra manera estaría muy fría.

Por la tarde dormimos la siesta y luego nos damos un chapuzón, con unos cuantos largos me desencajono la espalda de tanto coche... Tras el chapuzón paseamos por el pueblo, es una maravilla. Las casas están cuidadas, las calles están limpias y la gente se sienta a la fresca y te saluda al pasar. La vida parece tener también su propio banco en la plaza y se sienta en él a darse un respiro. La prisa es algo que aquí no existe.

En Miravete vive mucha gente en verano, en agosto será más. El invierno es otra historia, son sólo quince personas. Los niños estudian hasta segundo de ESO en una escuela rural unitaria que hay en Villarroya y luego van a Teruel, allí están internos en el llamado "Hogar del alumno", gratis, y vuelven a la sierra durante el fin de semana. Realmente hay un montón de gente empadronada aquí, pero pocos resisten el invierno. De cuando en cuando suben un médico y un enfermero, pero la salud es de roca por estos pagos...

Estamos a la mitad del viaje, allí donde queríamos llegar. Y no nos ha decepcionado. De momento todo es mejor de lo que habíamos imaginado y supera con creces las expectativas. A ver si se mantiene...

Hastalapróxima

PD Y como no podía ser de otra manera, ¿qué había en lo alto del puente de Miravete cuando hemos llegado? Tres mallorquines... Y yo los conocía.

martes, 20 de julio de 2010

Mora de Rubielos de Mora

El Hotel Jaime I de Mora de Rubielos no parece estar mal, es limpio y céntrico, y pese a que anuncia wifi por todo solo da conexión en la recepción. Pero lo malo no es eso: hace un calor de cojones dentro y la calle, durante toda la noche, se oye a todo volumen... Y ni siquiera nos preguntan si hemos dormido bien... Total, que recogemos, pagamos y nos vamos... Adiós.

Tomamos un café una terraza. De repente una señora para el coche en medio de la calle y ayuda a una señora mayor a salir del coche y a entrar en una peluquería, sale y se va. Durante ese lapso de tres o cuatro minutos, un memo toca su claxón varias veces y la conductora le hace ver lo que hay. De toda la hilera, el memo es el único que toca el claxón. Cuando se han ido el camarero sale y le dice a un cliente: Esta gente de la capital... Ve que la señora no puede caminar y le mete prisa... Y va y termina: Para ponerse nervioso no hace falta salir de casa... Carmen no se ha fijado, pero cuando le cuento toda la escena se ríe y me mira con cara de era_esto_lo_que_íbamos_buscando...

Tras meter el equipaje en el coche, nos vamos a la oficina de turismo, y tenemos la gran suerte de encontrarla cerrada: el martes es el único día que cierra... Mala suerte. Nos vamos a ver el castillo por nuestra cuenta. Pagamos los dos euros de entrada y nos dan un folleto. La verdad es que el lugar vale la pena, el castillo es cojonudo, y eso que sólo hemos visto los subterráneos (sótano, criptas, mazmorras...) y la planta baja. Hemos visto desde el cagadero del señor del castillo hasta los bancos festejadores que hay junto a las ventanas y que servían para que ligaran caballeros y doncellas... Me siento en uno de ellos, pero me levanto al acto, acaba de entrar una reata de viejos y, la verdad, no estoy muy gerontófilo...

En las mazmorras vemos inscripciones de maquis de la Guerra Civil, en las criptas nos pelamos de frío pese a que es julio y al sol te asas; en las caballerizas hay una exposición de utensilios y herramientas del campo, en la sala de la guardia hay otra de objetos antiguos. Nos admiran las láminas de alabastro puestas a modo de vidrio en muchas ventanas. El castillo está en proceso de restauración, en un tiempo será digno de una señora visita...

A las 13:30 cogemos el coche y nos vamos a Rubielos de Mora (sí, el pueblo de nombre inverso). Llegamos en diez minutos. Otra maravilla. Callejeamos un rato y la niña descubre una cucharacha grande como un hipopótamo y da un salto que ni Sergéi Bubka. por suerte se da cuenta de que a mí no me da miedo y se tranquiliza, aunque con la mirada me hace saber que ni tocarla ni pisarla ni fotografiarla ni nada de nada... Para pasarse el susto se mete en una cochera en la que un señor muy jubilado hace cosas en madera de boj. Tenemos una charla muy agradable, el aborigen nos cuenta que lo hace para pasar el tiempo y que antes de jubilarse nunca antes había tocado la madera. Me hace saber que la madera de boj no flota. Carmen se encapricha de un peine pero él no se lo vende, dice que es difícil de hacer y no quiere perderlo.... Mira que hay cosas allí: cucharas, tenedores, bastones, letras, mazas..., y a ella se le antoja lo que no puede llevarse... Si pone un circo, le crecen los enanos. Tras el paseo comemos de bocata en La posada. Nos sirve una chavala que parece polaca. Hay un montón de gente de la Europa del Este en la zona. Muchas más mujeres que hombres... Tras comer cogemos carretera otra vez y comenzamos a remontar la Sierra de Gúdar - Javalambre hacia Valdelinares. Pasamos por Nogueruelas y Linares de Mora. El paisaje es extraordinario, maravilloso. Todo es verde, todo: los prados, los bosques, el arcén de la carretera. Hay riachuelos y arroyos y en todos canta el agua su canción alegre de verano fresco...

En Linares de Mora, la niña toca la campana del pueblo y nos vamos a escape. Resulta que una cadena pende desde la campana del campanario hasta la puerta de la iglesia, ella la coge y sin darse mucha cuenta tira de ella... Es inútil decirle algo, empieza un ding seguido de un dong y dos más... Yo creo que esa cadena está así como señal atávica de emergencia... Mientras nos vamos por callejuelas estrechas muriéndonos de risa dan las cuatro... A lo mejor nadie se ha dado cuenta de que a las cuatro han dado las ocho...

La carretera nos vuelve a brindar su espectáculo verde... Enfilamos hacia Valdelinares, el muncipio más alto de España. Paramos en la plaza del pueblo y tomamos un café en un bar con una cabeza de toro disecada y dos parroquianos que miran un rfeportaje de la dos, no me extraña que nadie los vea, los únicos que que lo hacen viven en un lugar que no existe. El camarero es muy simpático y hablamos un rato... Nos explica qué es la morra y nos habla de las fiestas de la zona, con sus toros suelos por las plazas, con sus calles cerradas a cal y canto con barreras de barras gruesas como puños para que los cornudos no escapen ni empitonen a nadie (imaginen lo que quieran sobre el referente de ese «cornudo»). La verdad es que todos los pueblos del lugar están así...

Hay varias cosas que nos han sorprendido. En casi todos los pueblos que hemos visto hay una Plaza de la Raza, y en una, Valdelinares, hasta hay una placa alusiva con un español y un indio. También hay señales de prohibido ir por la carretera en trineo (esta nos ha encantado) y de ciervos, vacas y hasta toros... Hay mucho reloj de sol por todo, y ninguno va atrasado (vale, ya sé que es una coña clásica, pero no me he podido resistir...)

Dejamos Valdelinares, subimos como quien no quiere la cosa al puerto de Valdelinares (como quien no quiere la cosa significa que conduzco yo y que me he perdido, pero ojo, solo un poquito, no demasiado). Atravesamos la estación de esquí y llegamos a Alcalá de la Selva y damos una vuelta, otro pueblo muy bonito. Empezamos a buscar hotel para dormir, pero lo que hay no nos satisface, así que tiramos a Mora de Rubielos, completamos una vuelta muy bonita a la provincia y pedimos alojamiento en el hotel La trufa negra (que le den al Jaime I!). Tras una ducha y descansar de cinco horas y media de coche, nos iremos a cenar...

Hastalapróxima

Carretera y manta (el guía)

A las nueve de la mañana me encuentro en la Arrixaca (lugar de fácil encuentro para cualquiera) con la niña. Cuento cuántos dedos tiene en las manos y en los pies; veinte: es ella. Nos vamos a desayunar, no para ver si el otro es el otro, sino para ver si cada uno es el que el otro espera encontrar. En efecto, han pasado ocho meses y como si fuera ayer...

Vamos a un cajero y ordeñamos a la vaca. En Mercadona compramos agua y acto seguido tomamos la autovía, la A30. Sin problemas hasta que empezamos a discutir sobre si nos hemos pasado el desvío a la A7 o no. Al final, en una gasolinera, confirmamos que los dos tenemos razón... Sin más novedad hasta pillar el desvío hacia Valencia por la A35, momento en el que por obra y gracia de Google Maps cogemos la dirección contraria y nos encaminamos hacia Almansa... Res (castellano imperial: nada), media vuelta y encauzamos la cosa otra vez.

Al rato ella me pregunta por los besos que doy y yo le contesto con los que no doy. Pasan dos kilómetros, sonríe y repite la pregunta; le contesto igual y contraataco-. «¿Y tú?» Pasan dos kilómetros más y sonrío... Mirando la carretera recuerdo a Paco Pino y sus lecciones sobre áridos y asfalto, hace tiempo ya que la carretera es blanquecina. Pasarán kilómetros y será más oscura e, incluso, rojiza....

Tenemos hambre. Vemos un área de servicio, «La Pinada», pero su verdadero nombre es «La Pirula», hemos tomado la salida, pero como no está señalizada acabamos volviendo a la autovía pensando que llegamos a ella... Al poco vemos otra área de servicio, llamada Hotel Restaurante Millán, en Sot de Ferrer, clásico bar de carretera, allí comen hasta la Virgen, san José y el Niño: que si el camionero mostachudo, que si una familia con hijos llorando porque la comida está mala (que lo está, pese a las tortas endulzantes que va soltando el padre a su prole suplicante), que si un solterón putero que no ha cocinado en su vida y que lee el diario mientras devora la comida... Y, claro, es normal que el camarero pase de todo, está cansado de la vida... Creo que Rodríguez de la Fuente no acabó su obra, le faltó este lugar...

La comida no es buena, la niña pide una sopa y le traen algo parecido a la sopa de Indiana Jones en el templo maldito, esa que tenía un ojo humano flotando... Yo me como mis salchichas y mis patatas fritas en la firme convicción y esperanza de que mi estómago de cabra me permitirá digerirlo. El camarero nos da muestras de su angustia existencial cuando la niña le pregunta si puede hacerle una pregunta y él contesta que sí mientras se va a recoger mesas al otro lado del comedor... Pobrecita, se ha quedado con la palabra en la boca... Comentamos lo curioso de tener césped artificial en los alféizares de las ventanas y las sucesivas de ctapas de remodelación que ha ido sufriendo el lugar, son como estratos que van dando cuenta de una evolución histórica lenta pero inexorable: la combinación del gotelé con el estuco, la del aluminio con el mármol de la barra, la del expositor de CD con la del de casetes, la mezcolanza de sillas de madera con mesas de formica...

Retomamos el camino y entramos en la provincia de Teruel. Se pone a llover. Es una lluvia rápida pero pesada, cuatro gotones. Dejamos la autovía y tomamos la carretera hacia Mora de Rubielos. La carretera es una maravilla, quince kilómetros de disfrute. El pueblo es cuco. Tiene río, escuela, instituto y cuartel de la Guardia Civil. El hotel no parece malo, pero estamos allí el tiempo necesario para irnos al spa de «La trufa negra», un hotel de cuatro estrellas del lugar...

Allí nos espera Olga, una rusa con las manos de oro que tras noventa minutos de burbujas nos destroza la espalda y nos la recompone. Nos amasa su vida vida mientras nos cuenta la espalda. Es muy simpática y habla un castellano muy aceptable teniendo en cuenta aque solo lleva cinco años en España... Es veterinaria, pero los azares de la vida la tienen ocupada por aquí. Me río con su uso de los pretéritos y ella me pregunta por qué la confunden con una gallega a ratos... También pregunta por nuestro viaje y parece que no acaba de comprenderlo, pero no es nada que no me suceda a mí tampoco... Nos volvemos al hotel acordándonos de sus nudillos a cada paso, hemos dejado el modo robocop por unos días...

A la noche vamos a cenar a un bar que está al lado del hotel. Los productos del lugar están de vicio: jamón, chorizo, queso... El vino tampoco está mal, aunque es fuerte para nuestro gusto. Al final damos una vuelta al pueblo para comprobar que es muy muy pequeño y que la gente se va pronto a dormir... Hacemos lo propio. Me duermo pensando en la suerte de vida que tengo...

Hastalapróxima

lunes, 19 de julio de 2010

Retrasados

Las rubias son alemanas y tudescas como ellas solas, valga la rebuznancia. Una es muy mona. La miro, me mira, me sonríe como si yo fuera idiota (cuando lo parece ella) y de repente siento que mis músculos hercúleos se desinflan: están soltando por megafonía que el vuelo se ha cancelado...

Me caaaaago en la puta. Alemana, a tomar viento y a ver mundo, eso sí, a verlo al través del delicioso verde de sus pupilas... Otra vez será... (Soy consciente de que los hay que piensan que soy un flipadete, pero lo cuento como lo he sentido...)

La cola se revoluciona y me acerco al mostrador a informarme más. Es un enjambre cuya abeja reina, una alemanota pintada como una muñeca pepona, no gobierna. Llego a ella y tras ver que su castellano no da para más y un par de murcios jubilados no se enteran de nada, me sale la vena docente...

—¿Qué opciones nos da la compañía?
—Puegden volarr a Valencia y lueggo ir asta Alikante en autobussss o esperrar asta el sigguiente vuelo a Alikante por más tarrde— me contesta la pepona.
—Vale, gracias— contesto mientras pienso que habla tan mal el castellano que no sabe que «hasta» va con hache y «Alicante» con ce.
—Parra elegirr, han de irr al mostradorr de Air Berlin— añade la tipa, que anda que no sabe lo de la hache pero sí pronunciar el nombre de su compañía bien...

Me giro a la cola y repito a voz de mehadeoirtodoquisqui lo que la señora me ha explicado, eso sí, con haches y sin cas, y sin tanta erre, que empalaga.

Se inicia la diáspora.

Llegamos al mostrador como la marabunta. Las cuatro personas que hay allí lo pasan mal. Mientras esperamos, escuchamos hasta tres versiones diferentes de lo que puede suceder. Decido, tras consultarlo con la superioridad residente en Murcia, que lo mejor será ir en el siguiente vuelo a Alicante, pero hete aquí que cuando me toca, la chica del mostrador se muestra borde y tan mona se considera que me recuerda que solo soy un mortal que no tiene derecho ni a respirar los pedos que se tira... No se digna ni a decirme si me garantiza plaza en ese avión, y se lo pregunto por tres veces, y clarito, para que su única neurona no se me pierda... Al final le pido una hoja de reclamaciones y escribo esto en una mesa de los alrededores:

MOTIVO DE LA RECLAMACIÓN: Tras ser informado en el último momento y a voz en grito (y no vía megafónica) de que el vuelo tenía un retraso de una hora, y tras esperar esa hora y asistir al esperpéntico suceso de la cancelación del vuelo y a la subsiguiente procesión hasta el mostrador de la compañía y la cola pertinente para conseguir plaza en el siguiente vuelo (suceso mediante de tener que explicar a la persona de atención todo lo explicado hasta ese momento), este pasajero se encuentra ante la tesitura de no saber si tiene o no plaza en el vuelo siguiente.

PRETENSIONES: Ser atendido por la compañía como persona que soy y no como el ganado que me considera, y que se me confirme si tengo no plaza en el vuelo AB7554.
Me presento otra vez en el mostrador, no hay cola, la chica de antes no está, miro por debajo de la barra a ver si es que se está ganando el puesto de rodillas y con la boca abierta, pero no. Me atiende un chaval muy simpático que encaja las coñas con deportividad. Sonríe al leer la reclamación, pero es porque no la entiende dada su condición de subproducto de la ESO. Y entonces va y me imprime una nueva tarjeta de embarque, con un nuevo asiento asignado... En ese momento veo como a una francesa que tiene mi mismo problema le dan además un vale de comida por un valor de seis euros... ¡Copón! ¡Yo quiero uno! Lo reclamo y lo obtengo... En ese momento, visto que tengo lo que quería, rescato la reclamación y digo que no la presento... Ya tendré tiempo de explayarme en una reclamación telemática...

A todo esto ya es la hora de embarcar...

Compro un sandwich y un agua y me meto en el avión, pero no despegaremos hasta pasada una hora, se ve que en Alicante no nos dejan aterrizar; pienso que es normal, que saben que Air Berlin son unos cabrones y que quieren tener poco trato con ellos... Me como el sandwich, me bebo el agua. Me leo lo que me queda del libro que llevo: La mala vida en la España de Felipe IV.

Aterrizamos en Alicante a las 20:40. Recojo la maleta y compruebo que he perdido el bus. Cojo un taxi hasta Torrellano. El taxista se caga en su estampa, lleva dos horas esperando y sólo ganará diez euros puesto que el trayecto es muy corto. Pese a que creo que por dos kilómetros el precio es muy caro (el suplemento de aeropuerto en Alicante es de tres euros), dejo que hable y diga sandeces. Cuando me harta, le recuerdo que yo he esperado casi cuatro horas en Palma Calla. Me deja en la estación El tren pasará en nueve minutos. Compro billete y espero. Puntual el tren pita, sucio y guarro, como las otras veces que lo he cogido. En el vagón, un quillo intenta ligar con una poligonera, le cuenta que es peluquero y ella le pregunta si sabe hacer mechas, él responde que sí, pero la mira con ganas de hacerle más cosas. Saco el portátil y empiezo a escribir: «Las rubias son alemanas y tudescas...» Al rato, él se baja en Elche y ella, cuando nos volvemos a poner en marcha, suspira...

Hastalapróxima


domingo, 18 de julio de 2010

Retraso

Está el aeropuerto de Palma lleno de cabestros, con y sin cuernos. Lo sé porque van de lado a lado mugiendo y bufando porque no encuentran su puerta de embarque y porque las puertas de los baños están rayadas de tanto pitonazo al entrar y salir.

Llevo aquí ya una hora y cuarenta minutos. Air berlin ha tenido a bien meterme entre pecho y espalda una horita de retraso. No creo que pueda coger ya el autobús que va desde el aeropuerto de Alicante hasta la estación de San Andrés de Murcia... Me veo yendo a Torrellano y cogiendo el cercanías... Estaría bien si no fuera porque hasta Torrellano tendré que ir en taxi y me van a crujir diez euros...

Bueno, de momento nada más. Voy a hacer cola. Hay un par de rubias que no han parado de mirarme en todo el rato por obra y gracia de mis músculos hercúleos y mi aire de modelo gay...

Hastalapróxima.