El Hotel Jaime I de Mora de Rubielos no parece estar mal, es limpio y céntrico, y pese a que anuncia wifi por todo solo da conexión en la recepción. Pero lo malo no es eso: hace un calor de cojones dentro y la calle, durante toda la noche, se oye a todo volumen... Y ni siquiera nos preguntan si hemos dormido bien... Total, que recogemos, pagamos y nos vamos... Adiós.
Tomamos un café una terraza. De repente una señora para el coche en medio de la calle y ayuda a una señora mayor a salir del coche y a entrar en una peluquería, sale y se va. Durante ese lapso de tres o cuatro minutos, un memo toca su claxón varias veces y la conductora le hace ver lo que hay. De toda la hilera, el memo es el único que toca el claxón. Cuando se han ido el camarero sale y le dice a un cliente: Esta gente de la capital... Ve que la señora no puede caminar y le mete prisa... Y va y termina: Para ponerse nervioso no hace falta salir de casa... Carmen no se ha fijado, pero cuando le cuento toda la escena se ríe y me mira con cara de era_esto_lo_que_íbamos_buscando...
Tras meter el equipaje en el coche, nos vamos a la oficina de turismo, y tenemos la gran suerte de encontrarla cerrada: el martes es el único día que cierra... Mala suerte. Nos vamos a ver el castillo por nuestra cuenta. Pagamos los dos euros de entrada y nos dan un folleto. La verdad es que el lugar vale la pena, el castillo es cojonudo, y eso que sólo hemos visto los subterráneos (sótano, criptas, mazmorras...) y la planta baja. Hemos visto desde el cagadero del señor del castillo hasta los bancos festejadores que hay junto a las ventanas y que servían para que ligaran caballeros y doncellas... Me siento en uno de ellos, pero me levanto al acto, acaba de entrar una reata de viejos y, la verdad, no estoy muy gerontófilo...
En las mazmorras vemos inscripciones de maquis de la Guerra Civil, en las criptas nos pelamos de frío pese a que es julio y al sol te asas; en las caballerizas hay una exposición de utensilios y herramientas del campo, en la sala de la guardia hay otra de objetos antiguos. Nos admiran las láminas de alabastro puestas a modo de vidrio en muchas ventanas. El castillo está en proceso de restauración, en un tiempo será digno de una señora visita...
A las 13:30 cogemos el coche y nos vamos a Rubielos de Mora (sí, el pueblo de nombre inverso). Llegamos en diez minutos. Otra maravilla. Callejeamos un rato y la niña descubre una cucharacha grande como un hipopótamo y da un salto que ni Sergéi Bubka. por suerte se da cuenta de que a mí no me da miedo y se tranquiliza, aunque con la mirada me hace saber que ni tocarla ni pisarla ni fotografiarla ni nada de nada... Para pasarse el susto se mete en una cochera en la que un señor muy jubilado hace cosas en madera de boj. Tenemos una charla muy agradable, el aborigen nos cuenta que lo hace para pasar el tiempo y que antes de jubilarse nunca antes había tocado la madera. Me hace saber que la madera de boj no flota. Carmen se encapricha de un peine pero él no se lo vende, dice que es difícil de hacer y no quiere perderlo.... Mira que hay cosas allí: cucharas, tenedores, bastones, letras, mazas..., y a ella se le antoja lo que no puede llevarse... Si pone un circo, le crecen los enanos. Tras el paseo comemos de bocata en La posada. Nos sirve una chavala que parece polaca. Hay un montón de gente de la Europa del Este en la zona. Muchas más mujeres que hombres... Tras comer cogemos carretera otra vez y comenzamos a remontar la Sierra de Gúdar - Javalambre hacia Valdelinares. Pasamos por Nogueruelas y Linares de Mora. El paisaje es extraordinario, maravilloso. Todo es verde, todo: los prados, los bosques, el arcén de la carretera. Hay riachuelos y arroyos y en todos canta el agua su canción alegre de verano fresco...
En Linares de Mora, la niña toca la campana del pueblo y nos vamos a escape. Resulta que una cadena pende desde la campana del campanario hasta la puerta de la iglesia, ella la coge y sin darse mucha cuenta tira de ella... Es inútil decirle algo, empieza un ding seguido de un dong y dos más... Yo creo que esa cadena está así como señal atávica de emergencia... Mientras nos vamos por callejuelas estrechas muriéndonos de risa dan las cuatro... A lo mejor nadie se ha dado cuenta de que a las cuatro han dado las ocho...
La carretera nos vuelve a brindar su espectáculo verde... Enfilamos hacia Valdelinares, el muncipio más alto de España. Paramos en la plaza del pueblo y tomamos un café en un bar con una cabeza de toro disecada y dos parroquianos que miran un rfeportaje de la dos, no me extraña que nadie los vea, los únicos que que lo hacen viven en un lugar que no existe. El camarero es muy simpático y hablamos un rato... Nos explica qué es la morra y nos habla de las fiestas de la zona, con sus toros suelos por las plazas, con sus calles cerradas a cal y canto con barreras de barras gruesas como puños para que los cornudos no escapen ni empitonen a nadie (imaginen lo que quieran sobre el referente de ese «cornudo»). La verdad es que todos los pueblos del lugar están así...
Hay varias cosas que nos han sorprendido. En casi todos los pueblos que hemos visto hay una Plaza de la Raza, y en una, Valdelinares, hasta hay una placa alusiva con un español y un indio. También hay señales de prohibido ir por la carretera en trineo (esta nos ha encantado) y de ciervos, vacas y hasta toros... Hay mucho reloj de sol por todo, y ninguno va atrasado (vale, ya sé que es una coña clásica, pero no me he podido resistir...)
Dejamos Valdelinares, subimos como quien no quiere la cosa al puerto de Valdelinares (como quien no quiere la cosa significa que conduzco yo y que me he perdido, pero ojo, solo un poquito, no demasiado). Atravesamos la estación de esquí y llegamos a Alcalá de la Selva y damos una vuelta, otro pueblo muy bonito. Empezamos a buscar hotel para dormir, pero lo que hay no nos satisface, así que tiramos a Mora de Rubielos, completamos una vuelta muy bonita a la provincia y pedimos alojamiento en el hotel La trufa negra (que le den al Jaime I!). Tras una ducha y descansar de cinco horas y media de coche, nos iremos a cenar...
Hastalapróxima
Tomamos un café una terraza. De repente una señora para el coche en medio de la calle y ayuda a una señora mayor a salir del coche y a entrar en una peluquería, sale y se va. Durante ese lapso de tres o cuatro minutos, un memo toca su claxón varias veces y la conductora le hace ver lo que hay. De toda la hilera, el memo es el único que toca el claxón. Cuando se han ido el camarero sale y le dice a un cliente: Esta gente de la capital... Ve que la señora no puede caminar y le mete prisa... Y va y termina: Para ponerse nervioso no hace falta salir de casa... Carmen no se ha fijado, pero cuando le cuento toda la escena se ríe y me mira con cara de era_esto_lo_que_íbamos_buscando...
Tras meter el equipaje en el coche, nos vamos a la oficina de turismo, y tenemos la gran suerte de encontrarla cerrada: el martes es el único día que cierra... Mala suerte. Nos vamos a ver el castillo por nuestra cuenta. Pagamos los dos euros de entrada y nos dan un folleto. La verdad es que el lugar vale la pena, el castillo es cojonudo, y eso que sólo hemos visto los subterráneos (sótano, criptas, mazmorras...) y la planta baja. Hemos visto desde el cagadero del señor del castillo hasta los bancos festejadores que hay junto a las ventanas y que servían para que ligaran caballeros y doncellas... Me siento en uno de ellos, pero me levanto al acto, acaba de entrar una reata de viejos y, la verdad, no estoy muy gerontófilo...
En las mazmorras vemos inscripciones de maquis de la Guerra Civil, en las criptas nos pelamos de frío pese a que es julio y al sol te asas; en las caballerizas hay una exposición de utensilios y herramientas del campo, en la sala de la guardia hay otra de objetos antiguos. Nos admiran las láminas de alabastro puestas a modo de vidrio en muchas ventanas. El castillo está en proceso de restauración, en un tiempo será digno de una señora visita...
A las 13:30 cogemos el coche y nos vamos a Rubielos de Mora (sí, el pueblo de nombre inverso). Llegamos en diez minutos. Otra maravilla. Callejeamos un rato y la niña descubre una cucharacha grande como un hipopótamo y da un salto que ni Sergéi Bubka. por suerte se da cuenta de que a mí no me da miedo y se tranquiliza, aunque con la mirada me hace saber que ni tocarla ni pisarla ni fotografiarla ni nada de nada... Para pasarse el susto se mete en una cochera en la que un señor muy jubilado hace cosas en madera de boj. Tenemos una charla muy agradable, el aborigen nos cuenta que lo hace para pasar el tiempo y que antes de jubilarse nunca antes había tocado la madera. Me hace saber que la madera de boj no flota. Carmen se encapricha de un peine pero él no se lo vende, dice que es difícil de hacer y no quiere perderlo.... Mira que hay cosas allí: cucharas, tenedores, bastones, letras, mazas..., y a ella se le antoja lo que no puede llevarse... Si pone un circo, le crecen los enanos. Tras el paseo comemos de bocata en La posada. Nos sirve una chavala que parece polaca. Hay un montón de gente de la Europa del Este en la zona. Muchas más mujeres que hombres... Tras comer cogemos carretera otra vez y comenzamos a remontar la Sierra de Gúdar - Javalambre hacia Valdelinares. Pasamos por Nogueruelas y Linares de Mora. El paisaje es extraordinario, maravilloso. Todo es verde, todo: los prados, los bosques, el arcén de la carretera. Hay riachuelos y arroyos y en todos canta el agua su canción alegre de verano fresco...
En Linares de Mora, la niña toca la campana del pueblo y nos vamos a escape. Resulta que una cadena pende desde la campana del campanario hasta la puerta de la iglesia, ella la coge y sin darse mucha cuenta tira de ella... Es inútil decirle algo, empieza un ding seguido de un dong y dos más... Yo creo que esa cadena está así como señal atávica de emergencia... Mientras nos vamos por callejuelas estrechas muriéndonos de risa dan las cuatro... A lo mejor nadie se ha dado cuenta de que a las cuatro han dado las ocho...
La carretera nos vuelve a brindar su espectáculo verde... Enfilamos hacia Valdelinares, el muncipio más alto de España. Paramos en la plaza del pueblo y tomamos un café en un bar con una cabeza de toro disecada y dos parroquianos que miran un rfeportaje de la dos, no me extraña que nadie los vea, los únicos que que lo hacen viven en un lugar que no existe. El camarero es muy simpático y hablamos un rato... Nos explica qué es la morra y nos habla de las fiestas de la zona, con sus toros suelos por las plazas, con sus calles cerradas a cal y canto con barreras de barras gruesas como puños para que los cornudos no escapen ni empitonen a nadie (imaginen lo que quieran sobre el referente de ese «cornudo»). La verdad es que todos los pueblos del lugar están así...
Hay varias cosas que nos han sorprendido. En casi todos los pueblos que hemos visto hay una Plaza de la Raza, y en una, Valdelinares, hasta hay una placa alusiva con un español y un indio. También hay señales de prohibido ir por la carretera en trineo (esta nos ha encantado) y de ciervos, vacas y hasta toros... Hay mucho reloj de sol por todo, y ninguno va atrasado (vale, ya sé que es una coña clásica, pero no me he podido resistir...)
Dejamos Valdelinares, subimos como quien no quiere la cosa al puerto de Valdelinares (como quien no quiere la cosa significa que conduzco yo y que me he perdido, pero ojo, solo un poquito, no demasiado). Atravesamos la estación de esquí y llegamos a Alcalá de la Selva y damos una vuelta, otro pueblo muy bonito. Empezamos a buscar hotel para dormir, pero lo que hay no nos satisface, así que tiramos a Mora de Rubielos, completamos una vuelta muy bonita a la provincia y pedimos alojamiento en el hotel La trufa negra (que le den al Jaime I!). Tras una ducha y descansar de cinco horas y media de coche, nos iremos a cenar...
Hastalapróxima
Dos cosas:
ResponderEliminarPrimero, que suele ser normal encapricharse de algo que no te puedes llevar. Normal y hasta habitual, diría yo.
Segundo: tampoco deja de ser habitual que cuando conduce un hombre, uno se pierda. No sé qué manía tenéis con no preguntar nada...
A parte de eso... qué maravilla de viaje! Envasad un poquito de algún canto de ese agua y de esos verdes de carretera, a ver qué llega aquí.
Que siga así de bien.
¡Qué bien nos lo estamos pasando! Seguid contando cosas. Parece una novela.
ResponderEliminarLo de la campana es buenisimo. Es muy propio de la niña... Cuidamela bien, y que coma. Lourdes
No, si tragar ya traga, a su ritmo, pero traga...
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